Destilados – Brandy – Pisco Peruano (3)
Un punto culminante llegó en 1749, cuando un español llamado Francisco López de Caravantes hizo una contribución significativa. Decidió vincular este aguardiente a un lugar específico, nombrándolo “aguardiente de Pisco”. Caravantes explicó que el valle de Pisco producía vinos excelentes que daban origen a este aguardiente especial.
Con el incremento en la producción de aguardiente y vino, surgió la necesidad de exportar estos productos a otras regiones del Imperio español, principalmente a través del puerto de Pisco. A lo largo de la mitad del siglo XVII, el comercio experimentó un crecimiento constante y los barcos transportaban estas valiosas bebidas a diferentes puertos en el Pacífico.

A pesar de los intentos de los líderes españoles por limitar la producción y venta de vino en Perú, la pasión de la gente por esta actividad se mantuvo firme, especialmente en un lugar llamado Ica. Esto generó un constante ajetreo en la costa del océano Pacífico.
Las leyes promulgadas por los reyes Felipe III y Felipe IV en 1615 y 1626 buscaban prohibir la venta del vino peruano en Guatemala, debido a su alta graduación alcohólica y los problemas que causaba entre la población indígena. Sin embargo, se cree que un jesuita llamado Diego Torres Bollo influyó en el rey para modificar estas leyes. Jakob Schlüpman también señaló que, a pesar de estas restricciones, la gente continuó produciendo vino en Ica.
En 1640, durante el gobierno del virrey Pedro de Toledo y Leiva, se estableció un lugar llamado Pisco.
Posteriormente, en 1653, el historiador Bernabé Cobo señaló que a los indígenas les encantaba la bebida llamada aguardiente que se elaboraba en el valle de Pisco.
A partir de 1670, los valles de Ica y Pisco comenzaron a exportar más aguardiente que vino. Esto se debió a la destilación de los subproductos del vino para crear aguardiente. Documentos antiguos corroboran la frecuencia de esta práctica.

En 1684, los propietarios de la zona establecieron una especie de aduana en Pisco, un punto de control comercial para supervisar el intercambio de bienes. En 1692 y 1693, se establecieron aduanas similares en Ica, Palpa y Cerro Azul.
La ciudad de Pisco contaba con cinco iglesias, incluyendo la Compañía y San Juan de Dios. No obstante, su prosperidad se vio interrumpida en 1685 cuando un pirata inglés saqueó la ciudad. Un terremoto en 1687, seguido de un devastador tsunami, causó aún más daño. A pesar de la naturaleza arenosa del suelo, las vides prosperaban al aprovechar el agua subterránea. Pisco enviaba sus vinos y aguardientes tanto a Lima como a destinos como Panamá, Guayaquil y otros lugares en las montañas.
Sin embargo, en 1687, un terremoto sacudió todo y fue seguido por una ola gigante que destruyó Pisco, Ica y otros pueblos costeros en Perú. Este desastre impactó profundamente la industria del vino en la región.
Como consecuencia de todos estos eventos, en 1689 se inició la reconstrucción de Pisco en una ubicación ligeramente diferente. La nueva denominación elegida fue “Villa de Nuestra Señora de la Concordia de Pisco”.