Historia del vino ampelología – ampelografía (3)
Cuando los vikingos cruzaron el Atlántico, llamaron Vinland (“tierra del vino”) a la zona con la que tropezaron debido a la abundancia de vides que vieron allí. Pero ninguna de estas plantas era Vitis vinifera L., y todos los intentos de elaborar vino a partir de ellas dieron resultados insatisfactorios. A principios del siglo XVI, los españoles trajeron la Vitis vinifera a América, pero no con la intención de producir vinos de calidad que pudieran rivalizar con los de Europa. Lo que buscaban era elaborar vino con fines religiosos. Estas especies de vid se denominan “criolla” en Sudamérica y “mission” (vid de misión) en California. A principios del siglo XIX, se despertó en América el interés por los buenos vinos que pudieran competir con sus homólogos europeos.

De 1850 a 1870, los viñedos de Europa se vieron gravemente afectados por la filoxera y otras enfermedades. La solución fue unir las especies existentes a portainjertos americanos, lo que les permitió hacerse más resistentes a la plaga. Las Islas Canarias y Chile aún conservan viñedos tradicionales que nunca sucumbieron a la destrucción de la filoxera y que, por tanto, pueden cultivarse sin necesidad de portainjertos. Además, algunos viñedos de Portugal y algunos de Jerez, como Palomino de Jerez, Palomino fino y Pedro Ximénez, también comparten esta distinción, ya que sus cepas crecen muy profundamente en el suelo y son más resistentes.
Para aprovechar las ventajas de las cepas europeas y americanas, se desarrollaron ciertos cruces, principalmente en Francia. Estos híbridos llevan el nombre de la persona que los creó, junto a un número, por ejemplo, Seibel 5455. Por desgracia, estos experimentos no han sido muy fructíferos. El gobierno, que controla estrictamente los portainjertos, y los agricultores siguen teniendo dudas al respecto.

La idoneidad de los viñedos para producir vino o brandy depende de las características del clima y del terreno. En general, las mejores opciones son las tradicionales existentes en cada país. Así lo sugiere la Unión Europea. El Real Decreto 1195/85, de 5 de junio, con normas complementarias, determinó los tipos de vid para España, recomendando o aprobando su utilización en función de las distintas regiones españolas.
Anteriormente, el Reglamento 418/86 de la Comunidad Europea regulaba la materia, aunque ese reglamento concreto ha quedado obsoleto debido a su carácter transitorio. Cuando se trata de denominaciones de origen de vinos, no sólo se tiene en cuenta el origen geográfico, sino también la variedad de cepas; a cada región se le asignan los viñedos más adecuados o incluso obligatorios. El incumplimiento de esta normativa dentro de la Comunidad Europea conlleva no poder utilizar la denominación de origen con fines comerciales, además de no poder mencionar el tipo de uva utilizada para el vino y no tener acceso a las subvenciones agrícolas.

El anexo V del Real Decreto 1472/2000, de 4 de agosto, contiene un amplio inventario de las variedades acordadas por cada Comunidad Autónoma. Además, enumera los tipos de portainjertos cuyo uso se aconseja. En este caso, no es posible elegir variedades simplemente autorizadas, por lo que los portainjertos recomendados son obligatorios.
El vino se produce a partir de uvas, que forman parte de la familia biológica de las vitáceas, plantas que tienen la capacidad de adherirse a superficies sólidas. Esta familia está compuesta por once géneros, pero sólo Vitis es digno de mención en lo que respecta a la viticultura. Este género cuenta con sesenta especies, pero es sólo la variedad vinífera la que proporciona los tipos de vino que se conocen popularmente (de origen indoeuropeo). Además de la vinifera, también existen las norteamericanas V. labrusca, V. riparia, V. aestivalis, V. rotundifolia, etc. Sin embargo, de todas las especies del género Vitis, sólo la vinífera proporciona el vino preferido por muchas culturas de todo el mundo.
